Las obras de Alberto Marín son historias del frágil mundo que es América latina. Esa fragilidad que se evidencia en estos espacios que lo consumen todo, que es el monstruo en donde habitan cada uno de los personajes que nos tocó vivir. Un mundo de soledad que se instala sobre la tela de este joven artista que entreteje cada uno de los detalles que van construyendo su pintura.
Las camisetas del Fútbol del barrio, de la cancha de tierra, reposan ausentes colgando del alambre para secarse. Esta ausencia de los jugadores y de la lavandera hace más amplia la historia pero denota más claramente la fragilidad y la inconsistencia de nuestra pobreza. Los catres de hospital y la silla incendiándose, son elementos recurrentes, pues con ellos acentúa la ausencia y el abandono que son los protagonistas de esta irónica vida encerrada en una habitación.
Una obra seria y coherente en la cual Marín nos lleva del amor al humor, de la alegría a la resignación y de la pasión a la prisión.
De su generación, uno de los artistas más propositivos y uno de los más talentosos.
Edwin Rojas.
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